No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Supe que serías mía el primer día que te vi. Me costó convencerte. Te hacías la dura, como cualquier mujer decente que se precie. De otro modo no me hubieras gustado. Flores, bombones, un café en la plaza rodeados de gente, un baile en la verbena... y cartas, muchas cartas en las que te confesaba mi amor y te contaba lo felices que seríamos juntos. Incluso después de que tu madre me alabase repetidas veces, algunas incluso en mi presencia, tardaste un tiempo en aceptarme como novio formal. Pero al final no te pudiste resistir. Eras la envidia de tu hermana Carmen y de todas tus amigas. Lo notaba por cómo nos miraban cuando estábamos juntos.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Después de tanto tiempo no quería volverte a escribir en estas circunstancias, pero no puedo evitarlo. Esta mañana no fui a trabajar. Dije que estaba enfermo y me quedé esperando en el coche al final de la calle. Cuando saliste te seguí. No era la primera vez, pero eso ya lo sabes. Oí como se lo contabas a tu hermana por teléfono. Ella no lo entiende, pero tú sabes que lo hago por amor, porque me interesa todo lo que haces, no como su marido que ni siquiera conoce a ese profesor de airobic. Va por ahí de gay, con ese movimiento descuidado de la mano y esa vocecita, pero yo sé como os mira a todas. Bueno, a ti ya no. Tú eres más listas y te diste cuenta de que no necesitas salir de casa para hacer ejercicio. Para eso ya tienes la wii fit que te regalé por tu cumpleaños.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. No quería faltar al trabajo, pero anoche vi aquel mensaje. Una vez te abriste una cuenta de correo electrónico. Siempre has sido muy simple con las claves. Como con todo. Creo que querías que yo lo viera. Querías darme celos hablando con antiguos compañeros. ¿A qué si? No podía permitirlo. Nosotros no somos de esos. Por eso corté la conexión a Internet y te dije que había un problema técnico. No dijiste nada. Ni teléfono ni ordenador. - Cuando quieras usas mi móvil, cariño - Pero nunca me lo pediste. Y anoche supe porqué. Mientras te bañabas lo encontré en tu bolso. Un modelo antiguo. Creo que de tu hermana. Siempre ella. Y ahí estaba ese mensaje.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Nunca pensé que lo nuestro terminara así. Hasta que la muerte os separe, dijo el cura, pero yo pensaba que estaríamos juntos en el más allá. Desde que te conocí me prometí a mí mismo que nada ni nadie se interpondría entre nosotros. Por eso nunca quise tener hijos. Solo tengo ojos para ti y tú eres toda para mí. Para mí que te lo he dado todo. Todo. Nunca te ha faltado nada. Nada.
Y todo lo que llevas en esa bolsa de deporte es mío. Ropa, joyas... todo lo que hayas podido coger de nuestra casa es mio. Como tú.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Al salir de casa metí el arma en el maletín sin que me vieras. Nunca la he usado. Fue el regalo de mi padre por nuestra boda. - Por si algún día tienes que proteger a tu familia - , me dijo. Te la enseñé y no volvimos a hablar de ella. Pero tú sabes que siempre la tengo cargada y a punto. Soy un hombre prevenido, organizado. Cuando te he visto subirte a ese coche he sabido instantáneamente lo que tenía que hacer. Primero le dispararé a ella por meterse en medio, por romper lo nuestro. Después a ti. Mirándote a los ojos. Quiero que veas en los míos cuánto te quiero. Quiero que sean lo último que veas. Y después no quiero ver nada más. La tercera bala será para mí.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Por eso tardé demasiado en reaccionar. Por eso me he quedado mirando mientras arrancabais el coche. Creo que tu hermana me ha visto por el retrovisor. No sé si te habrá dicho algo, pero no te has girado. En unos segundos ha acelerado y os he visto alejaros calle abajo. He vuelto a casa. A nuestra casa. He entrado con el arma en la mano y la he dejado sobre la mesa donde me sirves la comida todos los días. Siempre sosa, como tú, pero ya no importa. Aquí te estoy escribiendo, después de tanto tiempo, la última carta.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. No quería despedirme así, pero no tengo otro remedio. Ya no tengo nada. La primera bala será para mí.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Después de tanto tiempo no quería volverte a escribir en estas circunstancias, pero no puedo evitarlo. Esta mañana no fui a trabajar. Dije que estaba enfermo y me quedé esperando en el coche al final de la calle. Cuando saliste te seguí. No era la primera vez, pero eso ya lo sabes. Oí como se lo contabas a tu hermana por teléfono. Ella no lo entiende, pero tú sabes que lo hago por amor, porque me interesa todo lo que haces, no como su marido que ni siquiera conoce a ese profesor de airobic. Va por ahí de gay, con ese movimiento descuidado de la mano y esa vocecita, pero yo sé como os mira a todas. Bueno, a ti ya no. Tú eres más listas y te diste cuenta de que no necesitas salir de casa para hacer ejercicio. Para eso ya tienes la wii fit que te regalé por tu cumpleaños.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. No quería faltar al trabajo, pero anoche vi aquel mensaje. Una vez te abriste una cuenta de correo electrónico. Siempre has sido muy simple con las claves. Como con todo. Creo que querías que yo lo viera. Querías darme celos hablando con antiguos compañeros. ¿A qué si? No podía permitirlo. Nosotros no somos de esos. Por eso corté la conexión a Internet y te dije que había un problema técnico. No dijiste nada. Ni teléfono ni ordenador. - Cuando quieras usas mi móvil, cariño - Pero nunca me lo pediste. Y anoche supe porqué. Mientras te bañabas lo encontré en tu bolso. Un modelo antiguo. Creo que de tu hermana. Siempre ella. Y ahí estaba ese mensaje.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Nunca pensé que lo nuestro terminara así. Hasta que la muerte os separe, dijo el cura, pero yo pensaba que estaríamos juntos en el más allá. Desde que te conocí me prometí a mí mismo que nada ni nadie se interpondría entre nosotros. Por eso nunca quise tener hijos. Solo tengo ojos para ti y tú eres toda para mí. Para mí que te lo he dado todo. Todo. Nunca te ha faltado nada. Nada.
Y todo lo que llevas en esa bolsa de deporte es mío. Ropa, joyas... todo lo que hayas podido coger de nuestra casa es mio. Como tú.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Al salir de casa metí el arma en el maletín sin que me vieras. Nunca la he usado. Fue el regalo de mi padre por nuestra boda. - Por si algún día tienes que proteger a tu familia - , me dijo. Te la enseñé y no volvimos a hablar de ella. Pero tú sabes que siempre la tengo cargada y a punto. Soy un hombre prevenido, organizado. Cuando te he visto subirte a ese coche he sabido instantáneamente lo que tenía que hacer. Primero le dispararé a ella por meterse en medio, por romper lo nuestro. Después a ti. Mirándote a los ojos. Quiero que veas en los míos cuánto te quiero. Quiero que sean lo último que veas. Y después no quiero ver nada más. La tercera bala será para mí.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. Por eso tardé demasiado en reaccionar. Por eso me he quedado mirando mientras arrancabais el coche. Creo que tu hermana me ha visto por el retrovisor. No sé si te habrá dicho algo, pero no te has girado. En unos segundos ha acelerado y os he visto alejaros calle abajo. He vuelto a casa. A nuestra casa. He entrado con el arma en la mano y la he dejado sobre la mesa donde me sirves la comida todos los días. Siempre sosa, como tú, pero ya no importa. Aquí te estoy escribiendo, después de tanto tiempo, la última carta.
No quería hacerlo. Te lo juro, Sofía. No quería despedirme así, pero no tengo otro remedio. Ya no tengo nada. La primera bala será para mí.